domingo, 5 de septiembre de 2010

sólo es el tiempo

Sólo es el tiempo... Pasa. Lo sé. Ellos lo saben. Suspiramos. Cada suspiro es como deslastrarse; como dejar atrás lo que ya no será de nuevo: lo irrecuperable. También es el conocimiento de lo ido como tiene el leproso de sus despojos inservibles. El esfuerzo por reeditar es profundamente banal. Un esfuerzo que pone en marcha la desesperada conciencia de las pérdidas: aquello hundido en una memoria que erosiona deformando. La papilla del haber sido, tenido, vivido en las formas infinitas de las particularidades. Ellos, tal vez, lo sepan igual que yo; logren, no como yo, evitar sus pozas, librar las fronteras, no sufrir. No sufrir. Tal vez se pueda elegir algo así; se pueda evitar algo así, pueda doblegarse la potencia de semejante efecto. Tal vez, sí... No sé lo que saben ellos; no conozco nada de ellos porque no les escucho. Les he escuchado antes. Han estado en mí, he sido ellos, me han sido. Nosotros. Un organismo asimétrico capaz de generar afectos como miserias: nosotros. Fuímos. Es posible que los recuerdos de cada uno no coincidan en absoluto con aquello original que fue. Ocurre eso. Es difícil ser verídico. La verdad... La nostalgia no la busca. La soledad no la necesita. La pérdida la desmiente. Sin embargo, lo sucedido, lo vivido en primera persona, se quiere relacionar con ella. Cada verdad. Entre todos hacemos posible que la verdad siempre tome formas equívocas. Lo personalizado excluye. Quien habla de Nosotros, no puede hablar de la verdad como si hablase de un objeto preciso, concluyente, nítido. No es posible. Cuando quiero reclamar mi yo, soy excluyente. Entre nosotros, no puede darse el yo como nuestra verdad, la verdad del nosotros. No puede darse el nosotros, como la verdad de cada uno. Entre ese, ser nosotros, existen las coincidencias entre verdades distintas, capaces de crear vínculos, afinidades, lazos. Las asimetrías los crean también . Son anillos distintos, distintos nudos. Nosotros no fue nunca una unidad como se habla de la unidad de atómos en una piedra, en una escalopendra. No. La unidad es un organismo autónomo, cerrado y entregado al sí mismo de su esencialidad. Nosotros, es una comunidad: el ser entregado al desbaratamiento de su yo endémico. La comunidad requiere otros modos del ego, pero rechaza al ego particularizado. Nosotros exige el supremo sacrificio: la entrega incondicional para hacer de ello la crema colectiva, la pomada común, el ungüento que las calamidades personales precisan cuando entran en crisis. Me asocio, para disociarme de mí. Me uno a otros, para desatomizarme de aquello cerrado que me constituye como un todo sin expansión. Siendo ellos, localizo las partículas oscuras que dentro de mí se ocultan; introduzco nuevas partículas en un organismo que necesita del conflicto para responder a la vida. El conflicto es la razón empírica de la necesidad asosiativa. La piel no se acaricia a sí misma. La presencia del otro me crea tensiones, actividad, identidad propia y ajena, disparidad, crisis. Esa subversión del yo sólo, es posible ante la presencia ajena. Frente a esta realidad subversiva, es posible la transformación. Es el proceso de las emociones cuya característica esencial es el hábito. Crea hábito, dependencia, apego. Se rompen las propias barreras porque se rompen las ajenas. Traspasamos cuando nos traspasan. Somos en el otro mientras aquél es en . Esta dependencia absoluta no es capaz de erradicar la presencia del sempiterno yo. No es posible. A pesar de la necesidad, se impone la característica, la identidad, la especificidad. No se ha destruído el núcleo esencial que hace de mí un especimen narcisista. Esta circunstancia pone en peligro, constantemente, al nosotros necesario, corriendo el peligro de quedar aislado tras sufrir proceso tras proceso de uniones-rechazos. La soledad no descubre lo que soy, quien soy. La soledad lo congela como hace el hielo con el agua. Suspende la actividad de la demolición positiva. Favorece el deterioro fulgurante de las capacidades. Pudre la voluntad de transformación. Condena a muerte el proceso vivificador. Oscurece el pasillo de espjos donde era posible ir actualizando el rostro, el alma... Sólo es el tiempo. Pasa... Lo sé.

domingo, 29 de agosto de 2010

Sólo es el tiempo... Pasa. Lo sé. Ellos lo saben. Suspiramos. Cada suspiro es coomo deslastrar